Hace ya un siglo que ocurrió la primera confrontación mundial, ocurrida en suelo europeo. Las imágenes que podemos contemplar son impactantes y reflejan la crueldad de la que es capaz el hombre. Una de las características de aquella guerra fué el experimento con gas que dejaba ciegos a los combatientes. La penuria se extendió por Europa y las secuelas fueron tremendas para la población, en especial para los niños. Como decía el autor del libro «Le feu», las personas somos las máquinas del olvido. No aprendemos de los tropiezos de la vida y por eso se llegó a la segunda guerra mundial. Esperemos que no se llegue a la tercera, que podría ser definitiva dada la capacidad destructiva de las armas nucleares.
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