La inocencia de los niños se pone de manifiesto en las cosas más sencillas. A los mayores nos cuesta ser espontáneos porque pensamos en el ridículo que podemos hacer si dejamos que salgan a la luz nuestros sentimientos. Por ello tantas veces fingimos lo que sentimos y no lloramos o no reimos, cuando en realidad lo querríamos hacer. Los niños nos enseñan muchas veces como deberíamos comportarnos si queremos ser sinceros. En este vídeo vemos la espontaneidad de la risa de un niño. Cualquier cosa, por nimia que sea, puede ser motivo para liberar nuestro cuerpo de tensiones. No estaría de más que algunas veces dejáramos que salieran de nosotros las alegrías y las penas. Os invito a ello con este ejemplo.