Los fanatismos ofuscan la mente del hombre y acaban por desencadenar la violencia. Los creyentes no deberían utilizar sus creencias de forma excluyente y menos aún utilizar a Dios como arma contra los demás. Somos muchos los que pensamos que la libertad de expresión debe tener un límite y este debe estar establecido por la leyes. Pero nada puede justificar a los violentos que quieren imponer sus ideas y creencias con el terror tomándose la justicia por su mano. Las religiones y las ideologías deberían convivir, respetándose mutuamente, en la idea de que la posesión de la verdad no es exclusiva. Hemos asistido estos días a unos hechos lamentables como consecuencia del fanatismo de algunos musulmanes. Los mismos han sido recogidos en el documento que aportamos, realizado oportunamente por ARRIVI. En él se puede conocer la génesis del desenlace final ocurrido el 7 de enero en París pero que tuvo su inicio en Dinamarca en el año 2005.
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